‘Hannibal’, la serie de la NBC que fue cancelada por la cadena, terminó este 29 de agosto. Es momento de hacer una retrospectiva y valorar su final.
La tercera temporada de la serie sobre “las hazañas” del famoso doctor Hannibal Lecter, exquisito comehombres, ha llegado a su fin, y todo apunta a que será la última: la NBC ya anunció que había decidido cancelarla a causa de sus bajas audiencias, y parece que todos los intentos de Bryan Fuller, su creador, por que alguna cadena o plataforma digital la retomase para una cuarta temporada han sido en vano, y ni Netflix quiere recoger el testigo porque no posee los derechos de las tres primeras temporadas para dispensarlas online, ni Amazon está dispuesta a ello porque desea que las series originales la definan. Además, la implicación de algunos actores principales y del propio Fuller en nuevos proyectos no ha ayudado demasiado en sus intentonas. Así que, por lo pronto, lo único que nos queda es evaluar el camino recorrido por Hannibal hasta que ha dicho adiós, quizá para siempre.
Tres años de sangrienta hipnosis
Para aquellos que hemos disfrutado con la evolución de la serie y nos hemos puesto las botas con su delicioso estilo barroco, con una elaboración tan reflexionada y obsesiva de cada plano y cada secuencia que se ve en pantalla y cada línea de diálogo que se escucha, nos sobrecoge y nos parece incomprensible la caída paulatina de la audiencia hasta ese vergonzoso mínimo histórico del penúltimo capítulo. Un trabajo de semejante calidad no debería sufrir el desprecio de los espectadores, ni su supervivencia debería depender de ello.
La primera temporada sentó las bases de este estilo, y mostró a las claras que, no obstante, Hannibal no es una serie para todos los estómagos, que el horror que aborda, no es solamente los actos y las consecuencias de la violencia más enloquecida, sino también las oscuridades más terribles que se esconden en el espíritu humano, que esto iba a enseñarse sin ningún tipo de tapujos, y que hasta su decidida apuesta por el surrealismo onírico al enseñarlo iba a servir para acentuar unas imágenes tan perturbadoras. Y a todo ello añadimos la pesadilla absoluta en que se convierte la historia para el personaje de Will Graham, al que interpreta Hugh Dancy, y para los que la sufrimos con él, rematada con una brillantísima vuelta de tuerca al material original de la primera de las novelas sobre Lecter de Thomas Harris, El Dragón Rojo.
Desde el mismo planteamiento de la segunda temporada se nos mantuvo toda ella en vilo: comienza con un impresionante enfrentamiento y, mediante un enorme flashback, nos narran lo ocurrido hasta que llega esa situación, cómo continúa el pérfido juego de Lecter y lo que realmente es la historia de este ciclo, la de una doble caza enfermiza que concluye con otra bifurcación frente a lo conocido e inenarrable brutalidad.
Y en esta tercera y última temporada, que empezó más espesa de lo habitual y se fue dinamizando hábilmente, la caza prosigue, con intereses contrapuestos, nuevos juegos macabros y el mismo estilo inconfundible, escenarios distintos que favorecen la explotación de su particular belleza y tramas que provienen de la tercera novela sobre Lecter, Hannibal. Se encuentra dividida en dos partes claramente diferenciadas, y cuando parecía que todo había vuelto al cauce que los seguidores del buen doctor tan bien conocemos, un nuevo bandazo nos saca del mismo y nos brinda un final que es tan furibundo como se esperaba, del todo coherente para la trayectoria de sus protagonistas y perfecto tanto para ellos como para terminar la serie con él o propiciar su continuación. Satisfactorio, a fin de cuentas.
Bryan Fuller ha hablado mucho en su tenacidad de una hipotética cuarta temporada, que dice tener ya escrita y que “gira en torno a un plan que se ha torcido”, y la vende como “más oscura” y “verdaderamente impactante”, lo que, visto todo lo anterior, la convertiría en una apoteosis de la oscuridad y el impacto: son frases promocionales, con toda probabilidad.
Debido al final de la tercera, al menos su primer tramo no podría adaptar El silencio de los corderos, como sería lo suyo a estas alturas, pero dado que los derechos de adaptación no los posee la productora Martha de Laurentiis sino la Metro-Goldwyn-Mayer, que se ha mostrado reticente a cederlos, emplazando a Fuller a consultarlo el año próximo, tampoco sería posible en cualquier caso. Y eso que a algunos nos encantaría, no sólo que la serie continuara, sino ver a una nueva Clarice Starling enfrentando a Hannibal Lecter con el estilo hipnótico al que nos han acostumbrado estos tres años, e incluso conociendo a Will Graham. Eso sería un gran disfrute. Pero, si no fuese posible, al menos nos queda esta gran historia cerrada con inteligencia.