La Pirateria (Parte 1)

la_pirateriaSeguro que estáis cansados de los continuos ataques a la piratería como el origen de todos los males y que poco menos que va a provocar el fin de la humanidad. Pues bien, vamos a empezar con algunos casos reales, y algo de teoría.

Hasta ahora, los interesados se esforzaban en creer y hacer creer que la piratería dañaba la industria, las descargas restaban taquilla, pero algunos piensan que en realidad ocurre todo lo contrario. Como sabréis, el mes pasado llegaron a Internet esperados estrenos que optan a los Oscars —‘Los odiosos ocho’, ‘El renacido’, ‘Steve Jobs’, ‘Creed’… el grupo responsable se ha justificado diciendo que esperan ayudar a los productores «a largo plazo».

Hive-CM8 afirma que la filtración ha generado expectación por esas películas en todos los medios «y los costes de promoción han sido gratuitos». Declaran que su intención ha sido «compartir las películas con la gente que no es lo suficientemente rica o no puede ver todas las películas nominadas en el cine», no obstante, recomiendan disfrutarlas en pantalla grande y piden que se ayude a los productores a recuperar su inversión.

Por otro lado, han querido aclarar cómo consiguieron los screeners: «Sentimos la decepción pero no hubo hackeo ni nada parecido. Obtuvimos las copias por un tío que las vendía en la calle, no fue necesario decriptar nada. Definitivamente no fuimos los únicos en hacerlo». Vaya, los vendedores ambulantes en Hollywood sí que tienen buen material… Como sabréis, el FBI inició una investigación y el principal sospechoso de la filtración es un directivo de la industria norteamericana, Andrew Kosove, de Alcon Entertainment; al parecer, la copia de ‘Los odiosos ocho’ que está en la Red pasó antes por sus manos. Mira por donde, los propios directivos, hacen a su vez de camello.

Precisamente, Hive-CM8 se centra en la película de Quentin Tarantino para defender su argumento sobre los beneficios de la piratería: «Digamos que el 5% de la gente pensaba ir a verla al cine, debido al impulso mediático que «involuntariamente» hemos creado, creemos que ahora el 40% de la gente verá la película en el cine porque todo el mundo está hablando sobre ella. Esto impulsará la venta de entradas, sin duda».

¿Y aun pretenden hacernos creer que se dan cuenta ahora?

Os cuento una historia. Esto era un señor que se llamaba Neil Gaiman. Se hizo famoso como guionista de cómics y pronto empezó a escribir novelas y cuentos fantásticos. Al principio, le molestaba mucho que sus trabajos fuesen compartidos y traducidos de forma ilegal en la web. Pero, ¡oh, milagro!, era en estos países, en los que la gente tenía acceso ilícito a su obra, donde empezaba a vender mejor sus libros. Neil se dio cuenta de este fenómeno y se arriesgó: permitió que su novela»American Gods» se subiese de forma gratuita a la web durante un mes y, al cabo, percibió un incremento del 300% en los ingresos generados por dicha novela.

Mi pregunta es: ¿Cómo puede ser que esto sea noticia en 2016, cuando Neil Gaiman lo comprobó hace más de diez años? ¿Es este señor un visionario, un iluminado? ¿O será que los editores, productores, periodistas, etc. están ciegos y sordos?

Cuantas series conocemos que si solo fuera por la distribución legal nunca la hubiéramos conocido? Gracias a todas esas personas que traducen desinteresadamente, hemos conocido multitud de títulos. Tan es así que las distribuidoras han comercializado, conocedoras del interés suscitado por la obra en versión «pirata» los tomos originales y las ediciones video.

Los pros y contras que beneficiados y perjudicados se niegan a reconocer

La piratería, que ha existido como concepto desde que el ser humano se dio cuenta de que un tronco flotaba en el agua, ha acechado a la humanidad desde entonces hasta las costas de Somalia en la actualidad. Con la universalización de internet y la llegada del mismo a nuestros hogares, la palabra añadió una acepción en los diccionarios de medio mundo (y en sus web sites, también). Ya no solo se navegaba por el mar, sino también por las redes. Y ahí renació el término piratería en todos los medios, y Ramoncín, y el pollo frito. Ya no necesitábamos barco, ni conocimientos de cartografía, ni tripulación; nos bastaba Napster.

Que la piratería cultural ha tenido y tiene efectos adversos es incuestionable. En esta realidad, en la que empiezan a cobrar hasta el sol (aire, eres el siguiente), no existe cultura sin industria, por regla general. Por lo que si un consumidor de cualquier rama cultural -ya sea musical, literaria, cinematográfica o televisiva, entre otras- no paga por su consumo, no se genera una actividad económica, el empresario cierra, por lo que no da soporte, y el artista no ve retribuido su trabajo ni su arte, por lo que no tendrá más remedio que profesionalizarse en otro asunto; adiós. El efecto de la piratería, como podéis comprobar, e imaginar, es perverso. Crear arte vale dinero, y si hablamos de televisión contamos los dólares o euros por millones. Si esos millones no se ven retribuidos por estudios, productoras y cadenas más beneficios, podemos despedir a la ficción televisiva con los Ecos del Rocío sonando de fondo. Esto es así. No hay más. Desgraciadamente.

Pero la piratería, en el caso de la industria (no la de los barcos), también tiene cosas muy buenas. Menos de las que los beneficiados quieren ver. Más de los que los perjudicados se niegan a reconocer. Me explico: el acceso que actualmente tiene cada usuario de banda ancha en su casa al panorama televisivo internacional es, pese a quien le pese, quiera no darse cuenta quien no quiera darse cuenta, además de ilimitado, gratuito, por lo que la voracidad de consumo, y por tanto de acumulación de conocimiento televisivo, es tan grande como su curiosidad y capacidad de saciarse. Gracias a la piratería (y a internet) el acceso sin límites a la cultura es además de utópico, maravillosamente democrático e ideal. ¿O no?

Las cadenas nacionales (privadas, las públicas son otra historia) han tenido por primera vez un competidor real en la emisión de ficción televisiva internacional. Esa competencia no era otra cadena, sino la inmensa, poblada y libre internet. Hasta hace tres o cuatro años, tiempo que les costó darse cuenta de que internet más que el corral de Pitas Pitas era ¡Qué verde era mi valle!, la llegada de una temporada de una serie internacional podía producirse al año, a los seis meses o a los tres, en el mejor de los casos, mientras que el público podía encontrarla en internet a las tres horas de emisión en su país de origen (Houston, tenemos un problema). Esto ha propiciado no solo que una serie internacional, tanto americana como de cualquier otra potencia televisiva europea como Francia, Inglaterra o los países nórdicos, se estrene en la misma semana, sino al día siguiente e incluso simultáneamente, como fue el caso de la quinta temporada de Juego de Tronos en Canal+ el pasado mes de abril, y después la segunda temporada de True Detective, y después… después (casi) todas las demás. Las cadenas se han puesto las pilas. Esto es un hecho. No les quedaba otra. Gracias a la piratería (y a internet).

Como veis, no todo lo que ha traído la piratería consigo (propiciado por internet), al menos en el campo de la televisión, ha sido negativo. Hay que tener claro que las razones expuestas no la justifican (las que si la justifican las escribiré otro día e intentare que en el intento no se me caliente la boca, como lo está haciendo ahora, suerte que ya termino… xD), pero es innegable que ha provocado ciertos cambios en el panorama televisivo nacional que eran necesarios y que han mejorado la calidad de todos los telespectadores en el consumo televisivo. Gracias a la piratería (y a internet). (Y no gracias a «Condena 3«).

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